Nuestra Señora de Aránzazu
en la Nueva España
Amaya Garritz Ruiz (*)
La Cofradía de Aránzazu de la ciudad de México ha sido, sin
duda, la más profusamente estudiada de todas las que los vascos crearon en la
América colonial. No obstante, en el mismo virreinato de Nueva España nacieron
en los siglos XVII y XVIII otras muchas cofradías vascas bajo la misma
advocación, que hasta el presente han permanecido desconocidas.
Palabras Clave: Culto mariano. Aránzazu. Nueva España. Franciscanos.
Jesuitas. Misiones.
Mexiko Hiriko Arantzazu Kofradia izan da, zalantzarik gabe,
gehien aztertu dena kolonien Ameriketan euskaldunek sorturikoen arteani.
Nolanahi ere, Nueva Españako erregeorderrian barean beste euskal kofradia asko
sortu ziren XVII. eta XVIII. mendeetan, Arantzazuko Ama Birjinaren izenpe
berarekin, eta gaur arte guztiz ezezagunak gertatu direnak.
Giltza-Hitzak: Andre Mariarenganako gurtza. Aranuazu. Nueva
España. Frantziskotarrak. Jesuitak. Misioak.
La Confrérie d’Aránzazu de la ville de Mexico a été, sans
aucun doute, la plus abondamment étudiée de toutes celles créés par les basques
en Amérique coloniale. Pourtant, dans la méme vice-royauté de la Nouvelle
Espagne naquirent, au XVlléme et XVilléme d’autres confréries basques sous la
méme invocation, qui sont méconnues encore de nos jours.
Mots Clés: Culte marial. Aránzazu. Nouvelle
Espagne. Franciscains. Jésuites. Missions.
INTRODUCCIÓN
La iglesia católica en México desempeñó un importante papel a
lo largo de tres siglos de historia colonial. Ejerció su influencia en la vida
política, económica, cultural y espiritual de sus habitantes. Su actividad y la
introducción de las distintas formas de religiosidad tuvieron un significado
diferente en distintos momentos.
La iglesia novohispana se diferenció notablemente de la
española en su composición, organización y funcionamiento, debido a que se vio
en la necesidad de incorporar un considerable grupo de religiosos y a la acción
que tuvo que ejercer sobre un enorme contingente de fieles nuevos cuya cultura
en nada se parecía a la hispana1. Todas las órdenes religiosas fueron enviadas
a América con el objetivo principal de fundar misiones, pero sólo en el caso de
los franciscanos y de los jesuitas, la labor misionera en la evangelización fue
la actividad principal de sus miembros.
El mensaje cristiano encarnó la satisfacción de una promesa
tan antigua como el origen bíblico del hombre: su redención. Para cumplirla,
Dios le había entregado a Cristo, su hijo, convirtiéndolo en el eje de una
historia y dando nombre a la era cristiana. Su concepción y nacimiento vinculó
a María, su madre, con la salvación de los hombres y la convirtió en elemento
destacado de nuestra cultura. El cristianismo propagó el amor a María,
intercesora ante su hijo y mediadora entre él y los hombres, y desde los
primeros siglos fueron incorporando a su figura los gustos y las fisonomías de
los grupos que la representaban, según transcurrían las épocas.
María, la misma siempre, reconocida durante dos milenios por
muchos nombres y títulos, cruzó el Atlántico hacia América vestida con
distintos ropajes e invocada con distintos nombres. Cada uno a su manera, todos
los emigrantes, evangelizadores, militares y civiles trajeron a María al nuevo
mundo y a su culto precedido por la fama de sus prodigios y milagros. Se
adquirió la costumbre de identificar a María con los nombres de las poblaciones
y en el culto mariano resonaron nombres locales. Muchas imágenes fueron
fabricadas en su tierra de adopción por manos indígenas, a veces con técnicas
artesanales prehispánicas. A cambio, México envió a Europa, con los
conquistadores, los religiosos y los inmigrantes a Santa María de Guadalupe,
imán de los afectos de “todos los americanos”2.
Franciscanos hijos de vascos y no vascos tomaron el hábito en
la capital novohispana y otros en los conventos de Aránzazu y Vitoria, viniendo
a la Nueva España a colaborar en las tareas de su evangelización. Las crónicas
de los misioneros son una importante fuente documental y muchas veces
primordial para el conocimiento de la época colonial. Sirven para la
glorificación de las actividades de la Iglesia y a la vez para la recuperación
de su memoria. El franciscano fray Jerónimo de Mendieta es considerado como el
fundador de la historiografía eclesiástica, y es inapreciable por su valor
etnográfico e histórico la obra de fray Diego de Landa. Contamos, además, con
infinidad de fuentes franciscanas3 escritas durante tres siglos de historia
colonial, entre las que destacan quince historias teológicas, tratados
etnográficos y misionales y obras generales; diez crónicas provinciales, cinco
relaciones circunstanciales, cuatro crónicas de los colegios de Propaganda
Fide; ocho relaciones sobre misiones y una crónica de los franciscanos
descalzos, cuyos datos sirvieron para completar las historias generales que se
hacían sobre sus órdenes en Europa, y a través de ellas influyeron en la
concepción que los núcleos cultos del Viejo Continente tenían sobre el Nuevo
Mundo.
Se trata de fuentes basadas en los archivos conventuales, en
otras crónicas manuscritas que se han perdido y en la tradición oral guardada
en sus comunidades, vividas por hombres que realizaron enormes tareas,
aprendieron nuevos idiomas para pregonar su fe, construyeron iglesias y
capillas, se expusieron a infinidad de peligros y muchas veces perdieron la
vida en aras de su entrega a los nuevos fieles de diversos grupos indígenas con
los que compartieron frío, calor, hambre, sed y enfermedad en sus inhóspitas
misiones y que ayudan a conocer y comprender una parte importante de la
historia de Nueva España.
ARÁNZAZU Y SU DIFUSIÓN EN NUEVA ESPAÑA
Los variados motivos del nombre Nuestra Señora de Aránzazu en
Nueva España dan cuenta de su significación y relación con este país,
especialmente ligados a la orden franciscana y a la vida cotidiana de los
vascos asociados a través de organizaciones religiosas para conservar su unidad
en estas tierras. Los que llegaron a la Nueva España en el siglo XVII se
dedicaron por su interés económico esencialmente a la minería, la agricultura y
el comercio, actividades todas en las que destacaron, convirtiéndose en un
sector prominente de la elite de los diversos lugares donde aparece este culto
ancestral en el México virreinal de los siglos XVII y XVIII. Al asociarse bajo
la protección de su patrona, la hicieron su símbolo, su garante de unión, su
representante de la comunidad y así recrearon también su vida tradicional y
centro de reunión familiar.
Así, esta advocación mariana que logró restablecer la paz en
los Pirineos, logró también gracias a la promoción franciscana que la vinculó a
sus conventos, constituirse en Nueva España en símbolo de unión y cohesión de
los oriundos de las provincias vascas de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y reino de
Navarra, y su devoción fue extendiéndose por todo el territorio a la par que
los vascos extendían por él sus empresas, sus minas, sus haciendas y sus casas
encomendadas a la virgen. Hacia fines del siglo XIX fue desapareciendo poco a
poco al ir perdiendo éstos su presencia y poder. Algunos de ellos dejaron
huella de su especial devoción y también legados en sus testamentos para ésta
en Nueva España y en el País Vasco. Su culto, en general, es exclusivo de los
vascos y sus descendientes, contrastando con el carácter popular que ostentaba
la virgen de Guadalupe en toda la Nueva España o la virgen de Zapopan en
Guadalajara4.
Bajo su advocación se amparan navíos, se imprimen obras y
sermones, se fundan hermandades, cofradías, capillas, capellanías, obras pías,
congregaciones, minas, una misión, un real de minas, ranchos y haciendas por
gran parte de su territorio.
1. La Misión de
Nuestra Señora de Aránzazu de Cocómora, Chihuahua
Antes del año 1600 los mineros, ganaderos, agricultores y
soldados poblaron la parte sudeste de la Sierra Tarahumara. En colaboración
estrecha con ellos progresaban y a veces se anticipaban los misioneros. Los
franciscanos fueron apasionados agricultores como lo testifica el cronista
Diego Basalenque, los que además, realizaron espléndidos templos ricamente
adornados5. Un misionero franciscano expresaba la importancia de la
evangelización asociada a la minería al decir “donde no hay plata, allí ni el
evangelio entra”6. La tarea principal en la pacificación de los indios
rebeldes les tocaba a los presidios, al frente de los cuales la mayor parte de
las veces estuvieron vascos. A las misiones y los misioneros les tocaría actuar
como los espías más avanzados y mejor informados de los jefes militares. Como
escribió el historiador Silvio Zavala, “el misionero era, con el soldado,
agente de expansión en las fronteras y de administración de las nuevas
regiones”7.
En cuanto a su organización, cada misión estuvo dividida en
varios territorios y así la misión de Tarahumara se dividía en Baja, Alta y Montañosa.
Cada uno de esos territorios del estado de Chihuahua, estaba compuesto por
varios pueblos principales, centros de la misión llamados cabeceras a las que
se agregaban varios pueblos de visita. Éstos últimos no eran sede del misionero
que, sin embargo, los solía visitar regularmente.
La presión amenazadora, siempre presente entre indios y
españoles, fue provocada ante todo por la resistencia de aquéllos a la vida
organizada en las misiones, al trabajo forzado en las minas y haciendas, a la
ocupación de terrenos pertenecientes a los indígenas por parte de los colonos
españoles y los actos de violencia de los soldados de los presidios. Los
indígenas estaban acostumbrados a una libertad social prácticamente sin
límites y les fue sumamente difícil adaptarse a la disciplina de vida en un
pueblo cerrado, administrado a base de normas y reglas morales que les parecían
absurdas.
Así como a los franciscanos les tocó realizar su labor en las
misiones de la parte nororiental de México en las que no tenemos noticia de que
alguna tuviera el nombre de Aránzazu, a los jesuitas les tocó actuar en las del
Noroeste. En estas regiones jesuíticas se funda la Misión de Nuestra Señora de
Aránzazu de Cocómora situada en la cuenca del río Papigochi en la sierra
Tarahumara que en 1690 administraba el padre Florencio de Aldrete8, que da
cuenta del ataque y quema de la misión a fines de marzo de ese año por la
sublevación de los indios rarámuri o tarahumara, el grupo indígena más numeroso
del estado de Chihuahua. Esta misión tenía dos pueblos: el de Cocómora “que
constaba y tenía en sus contornos a distancia de unas dos leguas, cerca de
ochenta familias, y de estas pocas en el pueblo” y el pueblo de Tosánachic;
“distante como seis o siete leguas, tenía familias, cerca de treinta a
distancia de media legua algunos, y dichos a distancia de más de una y dos
leguas”. Neumann enlista a los catorce misioneros que trabajaban
incansablemente en la Tarahumara Alta en el año 1690, siete en la Misión de San
Joaquín y Santa Ana y otros siete en la Misión de Guadalupe, dentro de la cual
registra a la de Nuestra Señora de Aránzazu con su administrador el padre
Georgius Hostinsky misionero nacido en Moravia, Bohemia9, que había llegado a
Nueva España en 1687 y moriría en Papigochi en 1726 y al padre Florencio de
Alderete lo registra como rector, en Cocomórachk Estas misiones contaban con la
ayuda del general Martín de Alday y sus soldados.
El visitador Pedro de Rivera mencionó en su diario de visita
en 1724, que en Nueva Vizcaya vivían 51.910 indios administrados por
franciscanos y jesuitas. Los misioneros necesitaban la ayuda de los soldados y
siempre se quejaban de su escasez. Fray Romualdo de Cartagena del Colegio de
Santa Cruz de Querétaro escribía en 1772 que lo que a las misiones les da la
constancia, es el apoyo que reciben de las armas católicas […] una espada
resplandeciente tiene una influencia mucho mayor que la voz de cinco
misioneros”10.
2. Real de Minas de
Nuestra Señora de Aránzazu de Tetuachi, Sonora y Sinaloa
También
encontramos el Real de Minas de Nuestra Señora de Aránzazu de Tetuachi11, en la
provincia de Sonora y Sinaloa en el siglo XVIII y por el doctor Mirafuentes
sabemos de un documento inédito entre los papeles de don Anestesio G. Saravia
que indicaba la existencia allí de una cofradía de Aránzazu.
En la segunda mitad del siglo XVIII, en la provincia de
Sonora y Sinaloa, los colonos vascos formaban un grupo relativamente homogéneo
que no sólo se distinguía por los rasgos étnico-nacionales que les eran afines,
sino por su indiscutible pertenencia a la elite de la sociedad colonial de la
región. Pero su característica más sobresaliente era sin duda la posición de
dominio que ocupaban al interior del bloque en el poder. Tenían en sus manos
la mayor parte de los recursos institucionales de dirigencia política y
gozaban, además, de la capacidad para retener el control sobre esos recursos.
Su ascenso a dicha posición, en buena parte fue el resultado de su interés por
contrarrestar la competencia de otros miembros de la elite regional.
La fundación de este Real se calcula a fines del siglo XVII
en que aparecen documentos suscritos en él en 1683. Hacia el año de 1720,
luego de que se diera el nombramiento de alcalde mayor de Sonora a uno de los
principales rivales políticos de los vascos, José Joaquín de Rivera, que venía
fungiendo como teniente de justicia mayor de Gregorio Álvarez Tuñón y Quiroz en
el Real de Nuestra Señora de Aránzazu de Tetuachí. En unión de otros colonos
residentes en este Real, no sólo se negaron a reconocer dicho nombramiento,
sino que procuraron la inmediata destitución de Rivera en una muy activa
campaña de proselitismo político que abarcó la mayor parte de los
establecimientos españoles de la región12. Llegaron incluso a amenazar con
recurrir a la fuerza y la violencia para hacer efectiva la consecución de sus
objetivos. Según el cura del Real de San Juan Bautista, alrededor de treinta de
los colonos inconformes, enardecidos y con las armas en la mano, se presentaron
ante él para advertirle que en el caso de que de Rivera se resistiera a deponer
el bastón de mando, procederían “casi a tumultuarse contra dicho Joaquín y sus
aliados”13.
Este movimiento estaba encabezado por Juan Bautista de Anza
(el padre), prominente empresario de origen vasco, cuyos negocios se
concentraban en el Real de Nuestra Señora de Aránzazu y en el de Nuestra Señora
de Guadalupe del Aguaje, quien desplegó el tejido de solidaridades vascas, que
resultó tan efectivo como el de sus vínculos familiares, logró que los vascos
tuvieran el control del poder regional y con él la continuidad de la devoción a
Aránzazu.
3. Las Cofradías de
Nuestra Señora de Aránzazu y sus capillas
La presencia de la primera cofradía de Nuestra Señora de
Aránzazu en la ciudad de México se remonta al último tercio del siglo XVII y en
el último cuarto del siglo XVIII se fundaron entre otras, tres importantes
cofradías vascas en la Nueva España bajo la misma advocación: En 1775 se
estableció la de Guadalajara y en 1788 se erigió la de Puebla de los Ángeles,
que siguieron el modelo de la de México y posteriormente vagas noticias nos
informan de la existencia de una en Sombrerete, Zacatecas y la de la provincia
de Sonora y Sinaloa.
UNA COFRADÍA EN LA CIUDAD DE MÉXICO
La cofradía de Nuestra Señora de Aránzazu que se funda como
hermandad, con carácter comunitario, mercantil y acaudalado desde su inicio,
agrupaba a los vascos y navarros de la capital. Estaba reglamentada
eclesiásticamente, pero mantenía un gran sentido de independencia, tanto “respecto
al Estado como a la Iglesia14”, lo que la distingue y diferencia. Entre las
condiciones y capitulaciones de la dicha hermandad de Nuestra Señora de
Aránzazu, esta “se obliga a hacer la fiesta titular de Nuestra Señora de
Aranzazu a la Azumpcion santísima el día quince de agosto de cada año” y a que
en su fiesta y procesión por el claustro lleven “los religioso en los hombros a
la Santísima Ymagen de Ntra. Señora de Aranzazu15.
Fray Juan de Luzuriaga, relata que al final del siglo XVII,
en el convento grande de San Francisco de México había dos capillas dedicadas a
la virgen de Aránzazu, una en el interior del convento y “otra fuera en el
patio, cuya obra se va prosiguiendo, y según muestra la fábrica será de las más
preciosas hechuras, de las que goza esta Corte”16. El 14 de enero de 1682
obtuvieron el permiso del convento grande de San Francisco para la “fundación
de una capilla en que fuere venerada la señora, y así mismo sirviese de
entierro y esplendor para dichos vascongados”17. En noviembre de 169218, la
capilla del atrio, hoy desaparecida, estaba concluida y las fiestas, ceremonias
y reuniones se celebrarían en ella con toda solemnidad y esplendor.
De la generosidad de sus cofrades hacia los necesitados hay
muchas pruebas. Una memoria da cuenta de que la Mesa de Nuestra Señora de
Aránzazu19, entre 1692 y 1822, se reconocía patrona de 56 capellanías con las
que beneficiaban a sacerdotes, además de hacer donaciones, para que con sus
réditos se hicieran otras obras pías de beneficio social y otra de 1725 informa
de todos los propios y rentas que tenía en su Capilla de Aránzazu con razón de
sus gastos, para efecto de la sexta con que contribuían las obras pías y
capellanías que era de 260 900 pesos, teniendo de costos y gastos anuales 225
pesos y correspondiendo a dicha capilla del seis por ciento la cantidad de
“setenta y un pesos cinco tomines y seis granos” de oro común”20. Así, el monto
de sus inversiones y la forma de emprenderlas dio al grupo vasco y a sus
integrantes un fuerte respaldo económico, que los convirtió en el siglo XVIII
en el motor más importante de la economía novohispana21. La magnificencia de su
capilla y de su patrona demostrarían también la fortaleza económica del grupo
vasco ante otros miembros de la elite novohispana22.
OBRAS Y SERMONES PUBLICADOS
Sobre Nuestra Señora de Aránzazu, fue publicada en Nueva
España en 1686, la obra de Juan de Luzuriaga, Paranynpho celeste: historia de
la mystica zarza, milagrosa imagen y prodigioso santuario de Aranzazu, de
religiosos observantes de nuestro padre san Francisco en la provincia de
Guipuzcoa, de la región de Cantabria23, que sin duda “reforzó el poder de la
imagen y revitalizó el concepto de lealtad entre los vascos”24.
Además, se publicaron seis sermones en su honra en la capital
novohispana. Han sido estudiados por Ana de Zaballa los predicados por encargo
de la Cofradía de Aránzazu de México, que cuidaría con esmero la elección del
predicador y su edición y “sería la expresión externa, institucionalizada de
esa relación asistencial; y la expresión también de unos sentimientos e
intereses comunes, y de un origen común”25, son los de 1683, 1703 yel sermón en
loa a San Ignacio de Loyola predicado en su capilla y publicado en México en
172326 que refleja la red de paisanaje al agradecer a don Andrés de Ibarburu su
cuidado de los vascos que llegaban sin trabajo y llegarían a ser hombres
afortunados.
Reflejan aspectos de la vida de la cofradía, alabanzas a sus
miembros, al carácter ancestral de sus celebraciones, a su tenacidad para
difundir sus devociones y a las partes sobresalientes de la historia y los
mitos del pueblo vasco, amén de su origen y su originalidad al descender de un
hijo de Noé, convirtiéndose al cristianismo desde el monoteísmo primitivo.
El primer sermón de 1683 fue predicado por fray Antonio de
Ezcaray, dedicado a fray Juan de Luzuriaga y patrocinado por el capitán Juan
Ortiz de Zárate, recalcando a través de la aparición de Aránzazu que “los
enemigos de casa son los peores”, la malicia de las luchas entre paisanos y la
unidad entre los vascos27. En 1685 ve la luz el de fray Juan de Mendoza Ayala,
predicado en la fiesta de Nuestra Señora28. Sus predicadores no fueron siempre
vascos, pero sí grandes y conocidos oradores, como fray Juan Calderón en
169529. En 1703 aparecen dos dedicados uno a Aránzazu y otro a Begoña, con la
aportación de la cofradía30, que aluden al monoteísmo primitivo en una sociedad
que apreciaba el ser cristiano viejo, al idioma y su antigüedad, al país
vencedor y libre. En 1710 el de Blas del Pulgar a la Asunción de María bajo el
título de Aránzazu predicado en su capilla31 y en 1754 el último por fray José
Manuel Rodríguez cuyo título resalta su aparición como “la mejor parte de la
elección de María Señora en la tierra”32. Se intentaba en ellos, además,
expresar una realidad constante, la honda y arraigada religiosidad entre los
vascos.
UN COLEGIO
Desde fines del siglo XVII, los cofrades de Aránzazu
empezaron a hacer obras en favor de las jóvenes novohispanas que carecían de
dote para casarse o profesar de monjas33. El 1 de noviembre de 1732, siendo
rector de la Cofradía de Aránzazu Juan José de Eguiara y Eguren, convocó a la
Mesa y propuso la fundación de un recogimiento de niñas, viudas e hijas de los
descendientes de los hijos de las tres provincias de Vizcaya, Guipúzcoa y
Alava, y reino de Navarra, con el propósito de asegurar su honestidad, buena
educación y costumbres, en lo que habían pensado todo el año anterior, poniendo
énfasis en “la necesidad de que permaneciesen unidos los señores de la ilustre
mesa y demás convidados para la ejecución y fundación de la nueva casa”34. Tras
una larga espera por lograr la independencia de la Iglesia y del Estado, la
institución vizcaína abrió sus puertas el día de la virgen de Aránzazu, el 9 de
septiembre de 1767, con el nombre de Real Colegio de San Ignacio de Loyola.
Pedro Bueno de Basori y de Zavala, nacido en México de padre
vasco35, cofrade de Aránzazu, fue el maestro mayor, que diseñó la planta e hizo
el proyecto del colegio con su capilla y quien realizó la obra de 1734 a 1767
fue Miguel José de Quiera. De su obra dice Toussaint36: “tan hermoso como el de
San Ildefonso, si no más, el Colegio de San Ignacio, llamado de las Vizcaínas,
en la ciudad de México, nos muestra el tipo perfecto de colegio colonial”. Una
gran fachada de tezontle, sus portadas de cantería, la crestería de pináculos
piramidales y los grandes óculos dan al monumento un aspecto inconfundible de
majestad.
Esbeltas pilastras esculpidas separan los muros; los
ventanales alternan con tres puertas: la portada de la entrada principal es de
estilo barroco y tiene al centro, sobre el vano de la puerta, el escudo
español; en el segundo cuerpo, hay una escultura de San Ignacio de Loyola y a
sus costados dos pilastras. En el tercer cuerpo hay otro nicho que alberga una
efigie de la virgen de Aránzazu, rematada con una cruz flanqueada por dos
crestas piramidales. Cuatro patios principales, hábilmente relacionados por
tránsitos y corredores, constituyen el núcleo, y es notable su monumental
escalera.
La capilla conserva sus retablos churriguerescos. El retablo
de Nuestra Señora de Aránzazu, fue descrito por Elisa Vargas Lugo37 quien
considera que su virgen es “una de las más hermosas obras que se produjeron con
técnica mixta”, imagen “de vestir”, combinada con un mayor número de esculturas
estofadas. Fue costeado por Manuel de Aldaco y realizado por José Joaquín de
Sáyagos, combina su función de altar, con el uso práctico de confesionario, que
servía para que las colegialas pudieran confesarse desde los corredores del
patio, sin ser vistas por los sacerdotes que entraban a los confesionarios
desde la nave de la Iglesia. La institución conserva una pintura con la efigie
de Nuestra Señora de Aránzazu del famoso pintor barroco Cristóbal de
Villalpando (1668-1714) y las medallas de los patronos, como antaño, tienen por
una cara al santo de Loyola y por la otra a la virgen.
Francisco Javier Gamboa, escribió la primera historia del
Colegio, Erección de la Congregación de Aránzazu y del Colegio de San Ignacio,
obra hoy perdida38. Josefina Muriel lo califica de “hombre ilustrado, sabio y
prudente”, vinculado al grupo de empresarios vascos, a su Cofradía de Aránzazu
de la que fue rector en 1776 y 1777, amigo de la Real Sociedad Bascongada de
los Amigos del País, como muchos de los cofrades y autor de las Constituciones,
cuya sabiduría jurídica produjo que en medio de las luchas civiles e
intervenciones extranjeras sufridas por México el colegio haya sido respetado y
aún protegido. Sus obras sobre la minería impulsaron la reforma y el notable
incremento que tuvo este ramo de la economía novohispana en los últimos
decenios del siglo XVIII.
LA COFRADÍA Y LA CAPILLA DE GUADALAJARA, JALISCO
En Guadalajara, a principios del siglo XVIII, el vizcaíno
Esteban de Arreburu mandó construir una capilla a Nuestra Señora de Aránzazu a
un lado del templo de Nuestra Señora del Pilar, a la que acudieron los vascos
hasta que se edificó el Convento de San Francisco. En 1742, Mota Padilla
observó que la devoción a las imágenes del Pilar y de Aránzazu se había
extendido notableminte, y que los vecinos les solemnizan novenarios y celebran
festividades”39. La capilla de Aránzazu del Convento de San Francisco, hoy
desaparecida, fue construida por fray Pedro Iñigo Vallejo de 1749 a 1752, bajo
el patronato de la familia Basauri y su salvamento arqueológico lo realizó
Gonzalo López Cervantes quien además, hizo su estudio40. En la actualidad esta
capilla se ubica en la Avenida 16 de septiembre. En su interior se aprecian
bóvedas de nervadura ornamental, sostenidas por arcos torales y tres magníficos
retablos dorados unos mesurados y otros audaces, pero todos de calidad
excelente advirtió Toussaint, “sobrios ejemplares tapatíos del mexicanísimo y
ornamental estilo ultrabarroco”41, anota Razo Zaragoza. En la fachada
principal, muy sobria, se encuentra una hornacina con la escultura de la virgen
de Aránzazu, sobre un espino y en el arquitrabe debió estar el pastor, representación
que también tuvo la de la ciudad de México, según relata Ramírez Aparicio42.
Posteriormente, en Guadalajara, nos dice Jaime Olveda43, los
vascos fun- daron su Cofradra de Nuestra Señora de Aránzazu en una junta que
tuvo lugar el 3 de julio de 1774 en su capilla “cita en el Convento de Nuestro
Padre San Francisco” y el 28 de marzo de 1775 registraron ante notario el acta
constitutiva. La mayoría de sus firmantes eran socios de la Real Sociedad
Bascongada de los Amigos del País: Mateo Joseph Arteaga, Baltasar Colomo,
Joseph Lorenzo Corta, Domingo del Barco, Manuel Domingo de la Fuente y el
empresario y amigo benemérito Tomás Basauri. Estos se valieron también de la
Congregación de San Ignacio en Madrid para realizar las gestiones de
aprobación ante el rey, quien autorizó dicha congregación el 15 de julio de
1776. La Cofradía estaba ubicada en el cementerio de San Francisco. A fines
del siglo XVIII, continuaban reuniéndose cada año, en el mes de septiembre,
bajo el liderazgo de los Basauri, para venerar a la virgen de Aránzazu en su
capilla al Sur de la ciudad, mientras la virgen de Guadalupe se veneraba
popularmente en su santuario al Norte.
Allí se publicó una novena a Aránzazu en 1793 por un especial
devoto de esta soberana reyna” que relata su aparición44 y un sermón en 1797
predicado por fray José Buenaventura Guareña y dado a luz por don José Ignacio
Basauri, que enaltece a la nación vascongada, a su lengua y a su virgen “tu
blasón envidiable, tu felicidad sin contingencias [...] sola ésta te pone en
estado de ser sujeto de una bella envidia a las demás gentes, tribus, lenguas y
naciones. Fortuna, ya se vé, a que te destinó la providencia adorable de todo
un Dios45.
LA COFRADÍA DE PUEBLA DE LOS ÁNGELES
En Puebla de los Ángeles, los vascos habían dedicado un
espacio para esa advocación desde el siglo XVII en la Iglesia de San Francisco.
Mariano de Echeverría y Veytia, al describrir las imágenes que se conservan en
ese templo, se refirió a una escultura de San Ignacio en el retablo erigido por
la “nación vascongada a su soberana protectora Nuestra Señora de Aránzazu, cuya
hermosa imagen se veneraba en uno de los retablos antiguos, de muchos años a
esta parte se trasladó al nuevo, colocándola en el lugar principal en un trono
de cristales y habiéndose concluido en toda su perfección, celebró solemnemente
su dedicación el día 2 de febrero del año de 1774”46. El deán Miguel Francisco
Irigoyen presidía la Congregación de Aránzazu en Puebla en 177647.
Establecieron su cofradía en 1778, pero tuvieron que esperar
su aprobación nueve años. El 6 de febrero de 1784, Andrés Xavier de Uriarte,
prebendado de la Catedral, Juan Agustín de Urresola y Andrés Fernández de
Otañez en nombre de los naturales y descendientes de las provincias de Aleve,
Guipúzcoa, Vizcaya y Navarra, signaron una representación para solicitar la
aprobación real de la congregación con la advocación de Aránzazu y de sus
Constituciones. Después de tres años en que se llevaron a cabo numerosas
diligencias para corregirlas, Carlos Ill aprobó la fundación y la acogió bajo
su real protección por real cédula de 6 de noviembre de 1787. Por sus
Constituciones, sabemos que se estableció el año de 1788 en la iglesia del
convento de las Llagas de San Francisco48.
LA CAPILLA DE SAN LUIS POTOSÍ. UNA CASA PARA NUESTRA SEÑORA
DE ARÁNZAZU
En el Museo Regional Potosino, hoy dependiente del Instituto
Nacional de Antropología e Historia, se encuentra en la planta alta la
legendaria Capilla de Aránzazu, monumento cumbre del barroco novohispano,
edificada expresamente para ser la sede capitular de la Provincia Franciscana
de Zacatecas en el Convento de San Francisco de la ciudad de San Luis Potosí,
durante los regímenes del provincial fray Martín Urízar (1689) y del padre fray
Antonio Rizo (1732), del que hace un espléndido estudio Rafael Morales49. En
esta capilla se efectuaban bautizos, primeras comuniones, matrimonios y
acontecimientos notables de las familias potosinas, razón por la cual es de
ellas tan querida y venerada.
Para evitar la necesidad de que la virgen “ande en casas
particulares como sucede hasta hoy”, es que deciden los vascos construir la
maravillosa capilla, que realizaron los arquitectos Tolsá y Tresguerras. La
fachada de la capilla es de dos cuerpos. El primero está formado por tres
elementos: el vano por la puerta de acceso y dos pequeños nichos de muy poca
profundidad. El arco de la puerta de acceso es mixtilíneo; en su clave, apunta
Morales, “están labrados los elementos que recuerdan la iconografía de Nuestra
Señora de Aránzazu: un árbol con una campana y un perro; sobre éstos, el rostro
de un niño que, a manera de ángel, representa al pastor que estuvo presente en
el milagro de la aparición”50.
La construcción y colocación del retablo fue un indicador de
la cantidad y calidad de bienhechores que lo patrocinaron y a su devoción por
la Santísima Virgen María, bajo la advocación de Aránzazu, que los vecinos
vascos de San Luis tenían por esta imagen, desde los primeros años en que se
gestaba la fundación hispánica del pueblo de San Luis Minas del Potosí. Así, el
mayordomo de la Congregación de Aránzazu José Ignacio de Alustiza, solicitó el
20 de febrero de 1800 al ministro provincial “este favor que espera la Nación
vascongada”:
Que deseosos de perpetuar en esta ciudad la devoción que
nuestros antepasados extendieron a la Soberana Señora, con culto y función
anual que se hace en este sagrado convento, hemos convenido todos [...] en
colocar nuestras santas imágenes en altar propio que haremos a nuestras
expensas. Al intento, suplicamos [...] se sima señalarnos un lugar en su
iglesia principal de este sagrado convento de Nuestro Padre San Francisco para
dar principio a dicho altar, en donde expuestas públicamente las imágenes de
María Santísima de Aránzazu, singular protectora de la Nación Vizcaína, ocurran
los devotos y obligados a implorar sus beneficiencias51.
El sitio para el retablo les fue concedido por escritura de
donación el 24 de septiembre de 1801, siendo guardián del convento fray Miguel
Aguilar Delgadillo; y, representando a los vecinos vascos de San Luis, Pedro
Antonio de Ymás y Juan Mariano Vildósola, que así lo testimoniaron frente a
escriba-no. La respuesta que da el ministro provincial fray Miguel Gorozin
indica que no había allí ninguna cofradía, pues se establecen claramente las
condiciones para su existencia:
ordenamos que para los cultos de Nuestra Siempre Virgen María
bajo la advocación de Aránzazu y las demás imágenes que se veneran por los
individuos de las cuatro provincias de Cantabria, se les entregue a ustedes el
sitio que está al lado del Evangelio, al frente del altar de San Diego y en la
primera bóveda que está inmediata al cimborrio, en el cañón de esta santa
iglesia; declarando, como declaramos, que la asignación y concesión que hacemos
a ustedes del referido sitio, debe verificarse precisamente ahora y en lo
sucesivo con las indispensables condiciones siguientes:
Primera: Que no ha de formalizarse en tiempo alguno verdadera
hermandad o cofradía que esté sujeta al Ilustrísimo Señor Diocesano, sino que
precisamente ha de ser ahora y siempre una congregación de devotos particulares
dedicados a dar culto a dichas santas imágenes; y en el caso que los referidos
señores tengan por conveniente instituir en debida forma la citada cofradía
sujeta al juez ordinario, se den, y deberá tener por excluidos de hacer sus
funciones en nuestra iglesia.
El sitio en donde estuvo el retablo, actualmente sólo
presenta un nicho en el que está la imagen de Nuestra Señora de Aránzazu,
réplica de la original, donada en 1995 por la Real Sociedad Bascongada de los
Amigos del País a través de su director don Miguel de Unzueta Uzcanga. Las
joyas de Aránzazu, donadas por Pedro Echeverría en 1732 eran una corona de
plata sobredorada, una flor para la mano, cacles y potencias del niño,
sobredora-do con una media luna de plata y otra joya de oro con una imagen de
la Concepción y diversas piedras.
LAS CAPILLAS DE NUESTRA SEÑORA DE ARÁNZAZU EN LAS CIUDADES DE
VERACRUZ Y ZACATECAS Y LA COFRADÍA DE SU VILLA DE SOMBRERETE
El franciscano fray Juan de Luzuriaga apunta brevemente que
esta devoción no sólo se cultivó en la capital novohispana, sino que había
otras dos capillas “en nuestros conventos de Nueva Vera-Cruz y Zacatecas”52.
Se tiene noticia de la existencia de una cofradía en la villa
de Sombrerete53, donde también había un convento franciscano. No es imposible
que la primitiva capilla de la ciudad de Zacatecas, también se haya hecho a
instancias de una cofradía de vascos en el Convento de San Francisco.
Un sermón en loa a Nuestra Señora de Aránzazu fue dado a luz
en Zacatecas en 1719 por fray José de Arlegui patrocinado por la “nación
bascongada” de esa ciudad y dedicado a Felipe V54.
Por fray José de Arlegui sabemos que él fue el primero en
consagrar a esta advocación mariana una pequeña capilla en el templo de Nuestra
Señora de los Remedios, en Zacatecas, edificio que se levantó por iniciativa
suya y del que se puso la primera piedra el 8 de septiembre de 1728,
concluyendo las obras el 5 de febrero de 1731, “con las limosnas que los ánimos
generosos de los de San Luis, Zacatecas, Chihuahua y otras partes ofrecieron
para este santuario y templo que tuvo de costo, con el adorno, cabales 14.000
pesos, con que quedó el patio y convento perfectamente acabado y muy
vistoso”55.
EL NOMBRE DE ARÁNZAZU Y SU MEMORIA EN LA GEOGRAFÍA
NOVOHISPANA
Aparece el nombre Nuestra Señora de Aránzazu en el estado de
Zacatecas en el distrito minero de Concepción del Oro. En el estado de
Chihuahua tenía su nombre un rancho del Distrito Judicial de Guerrero y una
mina de azogue en la jurisdicción de San Antonio del doctor de la villa de
Cadereita56.
En el estado de Guanajuato se encargó una imagen de bulto de
la virgen en 1706 en la reedificación de la Caja Real de la Villa de Santa Fe y
Real de Minas57 y en San Miguel el Grande, una hacienda propiedad de Bartolomé
Hernández de Ortega y Meza58 y otra propiedad de don Antonio de Otaegui en la
jurisdicción del Real de Sierra de Pinos y asiento de Ibarra59. En el estado de
Puebla lo ostenta otra hacienda de Micaela Catarina del Castillo60, y en el de
Jalisco una hacienda de beneficio de don Ignacio de Xara en el Real y Minas de
San Pedro Guadalcazar, valuada en cuarenta y un mil ochocientos pesos, que no
fue estimada útil, como ninguna otra para su hipoteca y menos en censos cuya
duración era indefinida, pues las haciendas sólo fueron prósperas según la
bonanza de las minas61.
El río Nuestra Señora de Aranzazu62 aparece mencionado en los
documentos de la exploración que hizo el capitán don Joaquín de Orobio
Bazterra en la provincia de Texas investigando la intrusión francesa del 1 de
octubre de 1745 a 6 de julio de 1746.
Finalmente, bajo su nombre se ampararon por lo menos tres
navíos: El “Galeón Nuestra Señora de Aránzazu” que estaba atracado en Veracruz
en 1597, cuando se realiza la visita del inquisidor, general Francisco del
Corral y Toledo63. El “Paquebot Real Nuestra Señora de Aránzazu”, embarcación
de la que se señala era “pequeña y sin mas propiedad que ser vastamente
pesada”, recibe auxilio económico de la Real Caja de México en sus viajes desde
Manila, Filipinas a San Blas trayendo de allí misioneros franciscanos que irían
a Querétaro o a otros lugares y abastecía de víveres de 1768 a 1782 a los
presidios de las Californias, Loreto, Monterey, Santa Bárbara, San Diego, San
Francisco y San Blas donde fondeó64. Y la “Fragata Aránzazu” que traía
misioneros, tropas, artesanos, armamento y efectos mercantiles de San Francisco
y los nuevos establecimientos de Monterey a San Blas y que pertenecía a este
último departamento65.
CONCLUSIONES
Atinadamente expresó Francisco Miranda66 su convicción de que
la historia de la Iglesia es necesaria, pero carece de sentido si se estudia
de manera aislada: una pretendida historia laica no podría abarcar toda la
realidad mexicana y una historia exclusivamente religiosa sería incapaz ni
siquiera de explicar su propia razón de ser.
La riqueza económica de los vascos en territorio novohispano
se manifiesta en las constituciones religiosas. Las cofradías podían vender,
comprar, hipotecar y arrendar cualquier bien inmueble y lograr, como lo
hicieron, la propiedad corporativa.
Todavía en mis tiempos juveniles, a la mañana siguiente de
cualquier fiesta importante celebrada en el Centro Vasco de la ciudad de México
en la calle Madero, los jóvenes descendientes de vascos, terminábamos cruzando
la calle para oír la primera misa en la Iglesia de San Francisco sabiendo que
en su antaño gran atrio, sólo quedaba en pie un muro de la capilla de Nuestra
Señora de Aránzazu con una placa recordando que allí se reunían los oriundos de
las provincias vascas de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y reino de Navarra, y los
sigue asociando en la actualidad, aunque en mucha menor proporción, en su
capilla del Colegio de San Ignacio de Loyola, Vizcaínas que reúne a los vascos
y a sus colegialas especialmente cada 9 de septiembre en una Misa en su honor.
En otros muchos lugares y en variadas ocasiones, de las que
no hay, ni habrá constancia escrita, estaría y está presente Nuestra Señora de
Aránzazu alrededor de los vascos en México. La virgen aparecida entre las
provincias vascas, en un alto punto de los montes vascos, sobre un espino corbo
de una abrupta peña en 1469 al pastor Rodrigo de Balzategui con una campana a
su lado67, actuó como símbolo aglutinante de los vascos y navarros en varios
lugares de la actual República Mexicana y su asociación alrededor de ella,
evitó posibles rivalidades entre los de distintas regiones. Pero, asimismo, la
Virgen Guadalupana, fue llevada por los vascos a sus pueblos y ciudades de
origen, donde es venerada y está presente siempre en sus iglesias como imán de
los afectos de “todos los americanos”.
Franciscanos, franciscanismo
* Univ. Nacional Autónoma de México. Instituto de
Investigaciones Históricas. SBAA Mario de la Cueva, s/n. Ciudad Universitaria
04510 México D.F.
1 José MIRANDA, “España y Nueva España en la época de Felipe
II”, en MIRANDA José Estudio novohispanos, México UNAM, Instituto de
Investigaciones Histórica, 1995, p. 118.
2 Fausto ZERÓN-MEDINA, Felicidad de México, México, Editorial
Clío, 1995, 144 p.
3 Crf. Antonio RUBIAL GARCÍA y Clara GARCÍA-AYUARDO, La vida
religiosa en el México colonial. Un acercamiento bibliográfico, México,
Universidad Iberoamericana, 1991.
4 Cristina TORALES, Ilustrados en la Nueva España. Los socios
dela Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, México, Universidad
Iberoamericana, Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, Colegio de San
Ignacio de Loyola Vizcaínas, 2001, pp. 24-28.
5 Bohumir ROEDL, “La crónica de Joseph Neumann como fuente
histórica”, en Joseph NEUMANN, Historia de las sublevaciones indias en la
Tarahumara, Praga, Universidad Carolina, 1994, pp. 52, 68.
6 María Teresa HUERTA PRECIADO, Rebeliones indígenas en el
Noreste de México, en la época colonial, México, 1966, pp. 25.
7 Silvio ZAVALA, El mundo americano en la época colonial,
México, 1967, t. 1, pp. 69.
8 “Memoria de los indios que administraba el padre Florencio
de Alderete en la Misión de Nuestra Señora de Aránzazu de Cocomora y de las
alhajas de iglesia y casa que destruyeron los indios thamimares alzados cuando
se levantaron y quemaron iglesias y casa de dicha misión a los fines del mes de
marzo de 1690 años”. Archivo General de la Nación(AGN), Archivo Histórico de
Hacienda, Misiones, 1690. V. 279, exp. 63.
9 Joseph NEUMANN, Historia de las sublevaciones, [n. 41 pp.
64, y Révoltes des Indiano tarahumars (1626-1724), Introducción de Luis
González R., París, Institut des Haues Études de L’Amérique Latina, 1969, p.
38, nota 6, pp. 64. Oír. Luis GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Crónicas de la Sierra Tarahumara,
México, Secretaría de Educación Pública, 1987, pp. 288-300, 308. Ricardo LEÓN
GARCÍA, Misiones Jesuitas en la Tarahumara siglo XVIII, Chihuahua, Universidad
Autónoma de Ciudad Juárez, 1992, 177 p., pp. 21, 26, 31, 33, 43. AGN, Misiones,
v. 26, exp. 120, Carta de J. Neumann del 4 de febrero de 1690 y v. 426, f.
244-249, 260.262. Papigochi (Cd. Guerrero) “Informe del padre Juan Ortíz de
Zapata, resultado de su visita oficial a las Misiones de la Tarahumara en
1678”.
10 H. E.
BOLTON, Wider Horizons of American History, Notre Dame, 1967, pp. 131.
11 Amaya GARRITZ y José Luis MIRAFUENTES, “El ascenso de un
grupo dirigente: los vascos y sus redes nacionales de poder en el Noroeste de
México (siglo XVIII)”, en IV Seminario de Historia. “La R.S.B.A.P. y Méjico”,
San Sebastián, Guipúzcoa, Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País,
[1995], t. I, pp. 186-201.
12 “Carta de José Joaquín de Rivera a Manuel San Juan de
Santa Cruz: Motepori, 4 de febrero de 1720”. Archivo Histórico de Hidalgo del
Parral, Chihuahua (AHHP), 1720. G-116.
13 “Carta de Francisco David Páez de Guzmán a Gregorio
Alvarez Tuñón y Quiroz: Motepori, 6 de febrero de 1720”. AHHP, 1720. G- 116.
14 Ernesto de la TORRE VILLAR, “La Familia Eguiara y Eguren.
Notas para su conocimiento”, en Amaya GARRITZ, coord., Los vascos en las
regiones de México, siglos XVI-XX, México, Universidad Nacional Autónoma de
México, Instituto Vasco Mexicano de Desarrollo, 1997, v. III, p. 195-202.
15 “Origen y fundación de la Capilla de Nuestra Señora de
Aránzazu situada en el convento grande de Ntro. Padre San Francisco, de esta
ciudad de México”. Archivo Histórico del Colegio de las Vizcaínas, (AHCV) 6185.
Clasificación microfilm 0034 del Fondo Cofradía de Nuestra Señora de Aránzazu.
16 Juan de LUZURIAGA, Pranympho Celeste, En México: por los
herederos de la viuda de Bernardo Calderón 1780, libro 2, cap. IX, “Frecuencia,
y devoción de Peregrinos, y Fieles al Santuario de Aránzazu, y a su Santísima
Imagen”.
17 “Libro de cuentas del día que comenzó la fábrica de la
Capilla de Nuestra Señora de Aránzazu y finalizó”. Fechas: 1682-09-28 a
1705-09.20. AHCV 6-13.
18 Antonio de ROBLES, Diario de sucesos notables (1665-1703),
México, Porrúa, 1972, t. II, p. 275. Consigna que en ella se celebró la toma de
hábito de los caballeros de Alcántara de Luis de Larrea y de Santiago de Juan
de Larrea.
19 “Apuntes y memorias de las capellanías del patronato de la
mesa de Nuestra Señora de Aránzazu. México”. AGN, Bienes Nacionales, 17241779,
v. 27, exp. 40, f.
20 “Autos sobre la exacción del subsidio a la congregación de
Nuestra Señora de Aránzazu, situada en el Convento Grande de San Francisco.
México”. AGN, Bienes Nacionales, 1725, vol. 893, exp. 24, f.1-7.
21 AHCV 6-1-2.
22 En América y los vascos. 1492-1992, [s. I.], Gobierno
Vasco, Departamento de Cultura, [s. a.], fascículo XI, Deis Diario de Euskadi,
p. 171. No especificando el archivo, habla de un Inventario de la capilla hecho
en 1710 da que en el altar mayor la virgen vestía un traje con “ciento ochenta
esmeraldas”, un velo con “setenta y cuatro diamantes” y en los brazos lucía
brazaletes de perlas.
23 Juan de LUZURIAGA, Paranynpho celeste, [n. 16]. Se
publicaría también en San Sebastián y en Madrid en 1790.
24 Clara GARCÍA-AYLUARDO, “El milagro de la virgen de
Aránzazu: los vascos como grupo de poder en la ciudad de México”, en
Manifestaciones religiosas en el mundo colonial americano, México, Universidad
Iberoamericana, Condumex, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1996,
pp. 396.
25 ZABALLA, Ana de, “Los vascos en México a través de los
sermones de la Cofradía de Aránzazu, siglos XVII y XVIII”, Ronald ESCOBEDO, et
al., Emigración y redes sociales de los vascos en América, Vitoria, Universidad
del País Vasco, 1996, p. 467-478.
26 Sermón de el esclarecido, y glorioso patriarcha s. Ignacio
de Loyola, que el die 29. De agosto de este año de 1723. (en que la Yglesia
celebra la degollacion de el sagrado precursor s. Joan Baptista) predicó en la
capilla de Nra. Sra. de Aranzazu de esta ciudad de México el m. r. p. fr. Joan
Antonio Pérez... En al solemne fiesta, que celebró á dicho ss. patriarcha d.
Miguel de Ybarburu, México, J.. F. de Ortega, Bonilla, 1723, 42 p. I., 35 p.,
lis. Publicado por la aportación de la cofradía en generel. Biblioteca Nacional
de México (BNM), Colección Lafragua (LAF), R. 1143.
27 Oración panegírica en la magnífica, y solemne fiesta. Que
en demostración de su affecto, devoción y lealtad, celebró la siempre ilustra y
Noble Hermandad de Aranzazu, en Vizcaynos, Cuipuzquanos, Alabeses y Navarros.
Ala Reyna de los Angeles. Andrea María de Aranzazu. El día octavo de su
Assumpción Gloriosa a los Cielos: En el Convento de N.P.S. Francisco de México.
Manifiesto Christo N. Bien Sacramentado, México, Viuda de Bernardo Calderón,
1683, 16 p. BNM, LAF, 1683.
28 Sermón de la milagrosa aparición de la Imagen santa de
Aránzazu, que en la dominica infraoctava de la Assumpción de Nuestra Señora...,
México, por la viuda de Francisco Rodríguez Lupercio, 1686,124], ils. BNM Fondo
Reservado, T-1-3-16 Sub.-Dir., LAF 1177.
29 Sermón de la portentosa, y sin igual imagen de Nuestra
Señora de Aranzazu, que predicó el R.P. Fr. Jvan Calderon Lector jubilado,
ex-custodio de la Provincia del Santo Evangelio, Padre de la de Zacatecas y
guardián actual del Convento de N.P. San Francisco de México, Casa Profesa de
México, 23 de septiembre de 1695, México, por J. Guillen Carrascoso, 1695, 10
p. 1., 9 numb. 1. Centro de Estudios de Historia de México (CONDUMEX) 252.8.72
V. A. A. No. 27936-C (Miscelánea Sermones del siglo XVII, n. 26, Sermón n. 5).
30 Sermones de las Santísimas Imágenes de Maria Señora
Nuestra de Aranzazu y Begoña, 1703. Publicados por la aportación de la cofradía
en general. BNM, LAF, R. 1344.
31 Seis sermones sobre el cantico de la Salve, con alución á
la seis ciudades de refugio. A que se añaden otros dos sermones, vno de la
Asumpcion de Maria Santissima, con el título de Aranzazu, otro del nacimiento
de la misma Sma. Virgen, con e/ título de Vego hoña..., México, viuda de M. de
Ribera, 1710, 8 p. 1., 116,119] p.
32 La mejor parte de la elecclon de Maria Señora en la
tierra. Oraclon panegyrica, que en el dla 19 de agosto del año de 1753, en que
celebró la nacion vascongada a su Patrona Maria Santissima de Aranzazu en su
capilla del Convento grande de n. s. p. san Francisco de Mexico, México, impr.
Nueva de la Bibliotheca Mexicana, 1754, 25 p. I., 27 p., ils.
33 AHCV 6-I-2 y 6-I-14.
34 “Documentos fundacionales, núm. 1: Primera junta general e
inicios de la fundación”. AHCV 5-V-7, rollo 34.
35 Pedro Bueno de Basori, nació en el Consejo de Güeñes,
Vizcaya, fue contador de la Real Aduana y casó con Juana de Zavala y Arizaga.
Testó en México el 8 de abril de 1732 ante Antonio Vallejo de Mendoza y mudó el
día 11.
36 Manuel TOUSSAINT, Arte Colonial en México, 5a. ed.,
México, UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1990, p. 159.
37 Elisa VARGAS LUGO, “Los tesoros artísticos”, en Los vascos
en México y su Colegio de las Vizcaínas, México, UNAM-GIGATAM, 1987, pp.
184-187, 222-223.
38 Josefina MURIEL, “El Real Colegio”, en Los vascos en
México, [n. 37] op. cit., pp. 5 y “Las instituciones educativas de los vascos
para mujeres de México. Epoca Colonial”, en IV Seminario. [n. 11] Cfr. Elisa
LUQUE ALCAIDE, La cofradía de Aránzazu, pp. 155-160.
39 Matías de la MOTA PADILLA, Historia del reino de Nueva
Galicia en la América Septentrional, Guadalajara, Universidad de
Guadalajara-UAH,1973, pp. 30.
40 Gonzalo LÓPEZ CERVANTES, Arqueología de salvamento en la
antigua Capilla de Aránzazu Guadalajara, Centro Regional de Jalisco, INAH,1991,
67 p. (Cuaderno de trabajo 1).
41 Manuel TOUSSAINT, op. cit, [n. 36], pp. 155 y José Luis
RAZO ZARAGOZA, “Aranzazú joya de arte colonial en Guadalajara”, Eco 7,
Guadalajara, IJAR-INAH, 1961, s. p.
42 Manuel RAMÍREZ APARICIO, Los conventos suprimidosen
México. (1861), México, Editorial Cosmos, 1975, p. 190.
43 Jaime OLVEDA, “La Familia Basauri”, en IV Seminario, [n.
11], t. 1, p. 173; La cofradía de la Virgen de Aránzazu de Guadalajara,
Guadalajara, El Colegio de Jalisco, 1999, 114 p. y “La cofradía de la Virgen de
Aránzazu”, en Guadalajara, Abasto, religión y empresarios, Guadalajara, El
Colegio de Jalisco, H. Ayuntamiento de Guadalajara, 2000, pp. 73-89.
44 Novena de la milagrosa Imagen de Nuestra Señora de
Aranzazu por un especial devoto de esta soberana reyna, En Guadalaxara: En la
Imprenta de D. Mariano Valdés Tellez Giron, 1793, [68] p. [1] y reimpresa con
estudio introductorio de Manuel Ramos Medina, México, Centro de Estudios de
Historia de México, CONDUMEX, 1993, xxxvii-34 h.
45 La mayor gloria y felicidad de Cantabria bazo la
proteccion de María Santísima en su soberana Imagen de Aranzazu / Panegírico
artificial / que en la anual festividad con que á esta Señora celebro su
ilustre y mal Cofradía, dixo en su iglesia situada en el cementerio del S. S.
Francisco de la ciudad de Guadalaxara en 11, de septiembre de 1796. Años...,
Guadalaxara, impreso en la oficina de D. Mariano Valdés Tellez Girón, año de
1797, 4 p. I., 38 p., 20 cm. CONDUMEX, 28747 252.8.72. V.A. 027952 (Miscelánea
sermones del siglo XVlll, n. 30. Sermón 8).
46 Mariano FERNÁNDEZ DE ECHEVERRÍA Y VEYTIA, Historia de la
Fundación de la ciudad de Puebla de los Ángeles, Puebla, Gobierno del Estado de
Puebla, 1931, t. II, p. 334.
47 TORALES, Los ilustrados, op. cit., [n. 4] p. 322.
48 Constituciones y reglas que deben guardar y observar los
cofrades de la Noble Real Cofradía de Nuestra Señora de Aránzazu, fundada bajo
la Inmediata protección de nuestro Rey y Señor D. Carlos III (Q.D.G.) en la
Iglesia del Convento de las Llagas de N.S.P.S. Francisco de esta Ciudad de la
Puebla de los Ángeles en el año de 1788, inserta la real Cédula de S. M.,
aprobadas con las adiciones del señor Fiscal, para todos los Cofrades de la
Nación Bascongada, Puebla, Oficina de Pedro de la Rosa, 1805,59 p.
49 Rafael MORALES BOCARDO, El Convento de San Francisco de
San Luis Potosí casa capitular de la Provincia de Zacatecas, San Luis Potosí,
Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí, 1997, pp. 430-435, 443-446,
454, 504, 540, 550-556.
50 Ibidem., [n. 49] pp. 430.433, 553-555.
51 Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí (AHESLP),
Fondo del Registro Públicode la Propiedad, Libro de Instrumentos Público, 1801.
52 Juan de LUZURIAGA, Pranympho Celeste, [n. 16) libro 2,
cap. IX, “Frecuencia, y devoción de Peregrinos, y Fieles al Santuario de
Aránzazu, y a su Santísima Imange”.
53 Frédérique LANGUE, Los señores de Zacatecas. Una
aristocracia minera del siglo XVIII novohispano, México, Fondo de Cultura
Económica, 1999, pp. 363-364.
54 Sermón de la portentosa Imagen de Aránzazu que predicó el
P. Joseph Arlegui.. el día 24 de agosto
de 1719. Angel MARTÍNEZ SALAZAR, Presencia alavesa en América y Filipinas
1700-1825, Diputación Foral de Álava, Vitoria-Gasteiz, 1988, pp. 75-77.
55 José ARLEGUI, Crónica de la provincia de Nuestro Seráfico
Padre San Francisco de Zacatecas, México, 1737 y México, Ignacio Cumplido,
1851. (Noticias de 1603 a 1733).
56 Expediente formado sobre el reconocimiento de la mina de
azogue, nombrada Nuestra Señora de Aránzazu jurisdicción de San Antonio del
Doctor, de la villa de Cadereitia” y “Sobre el reconocimiento de varias piedras
de azogue, de la Mina Aránzazu en el Real del Doctor y de otras que se
refiere”. AGN, Minería, 1783, v. 173 y 1785, v. 167.
57 AGN, Obras Públicas, v. 6, 1696-1706, f. 75v., fs. 63-83.
58 AGN, Tierras, 1710-1723, v. 258, exp. 1; 1725, v. 443,
exp. 1, f. 151-299.
59 “Diligencias para que don Antonio de Otaegui o su albacea,
entreguen el capital que reconocen a favor del ramo de aniversados, con
hipoteca de cuatro casas y las haciendas de Sierra de Pinos, Nuestra Señora del
Pilar, Buenavista, Aránzazu y San José en la jurisdicción del Real de Sierra de
Pinos”. AGN, Consolidación, 1808-1811, v. 27, exp. 6, f. 139-153.
60 Tepeaca, Puebla, 1721-1757. AGN, Tierras, v. 387, exp. 6,
f. 205-398.
61 “Censo enfitéutico, pretensión de don Ignacio de Xara
dueño de las haciendas de labor llamadas Ojo de Agua, San Miguel del Rincón y
San Diego; de la hacienda de beneficio llamada Nuestra Señora de Aránzazu;
además de dos haciendas de fundición unas casas mas”, sobre que se le de a
censo redimible o a deposito irregular del 5% la cantidad de $ 42,000.00 pesos.
Las haciendas se hallan ubicadas todas ellas en el distrito de San Pedro de
Guadalcazar. El real fisco del Santo Oficio de la Inquisición de México, no da
efecto a tal pretensión. AGN, Censos, 1784, v. 10, exp. 10, leg. 1, cuaderno
24, f. 51ª a 56 r.
62 The Béxar
Archives (1717-1836). A Name Guide. Compiled sud edited by Adán Benavides, Jr.
Published by the University of Texas Press, Austin, for the Uviversity of Texas
Institute of Texan Cultures at San Antonio, 1989, 1171 p. DRSW II, VOL IV, n.
300-00230. AZU FILM
4615, RL. 008, FR. 08993-0909.
63 AGN, Inqulslclón, 1597, v. 172, exp. 12.
64 AGN, Marina, 1768-1782, v. 37, exp. 33, 38; v. 49, exp. 2,
4, 5, 12, 18, 29, 36, 38, 39, 58, 62, 66, 69, 72, 73, 75, 76, 154, 162, 167 y
v. 50, exp. 5, 28, 29, 32 y 83. Archivo Histórico de Hacienda, v. 459, exp. 22,
f. 347-416.
65 AGN, Callfornias, 1796, v. 10, exp. 22, f. 347-416; v. 74;
exp. 25; Archivo Histórico de Hacienda, 1791-1810, v. 33, exp. 4; Filipinas,
1799, v. 33, exp. 4; Inquisición, 1791, v. 1357, exp.
66 Iglesia y religiosidad, introducción y selección de Pilar
GONZALBO AIZPURU, presentación Alicia Hernández Chávez, México, El Colegio de
México, 1992, pp. lx. MIRANDA, Francisco”Problemática de una historia
eclesiástica”en Iglesia y religiosidadpp1-16.
67 LUZURIAGA, Paranympho, [n.16] México, 1685, pp. 34.