La Cofradía de Aránzazu de México asentada en San Francisco
el Grande Elisa Luque Alcaide (*)
La cofradía vasco-navarra de México honró a la Virgen, asistió
al inmigrante vasco y emprendió labores para los criollos. La gobernaron con libertad
y estilo empresarial. Los franciscanos que la alojaron respetaron esa libertad:
no hubo interferencias y la Junta de Aránzazu gozó de amplios derechos para
nombrar capellanes y predicadores de las funciones de culto de la cofradía.
Palabras Clave: Cofradías de México. Libertad de asociación
en Nueva España. Franciscanos y vascos en México. Cofradía Aránzazu. México.
Mexikoko euskal-nafar kofradiak Arna Birjina ohoratu zuen,
euskal inmigranteari lagundu zion eta kreolei zuzenduriko zereginel ekin zien.
Askatasunez eta enpresa kutsuarekin gobernatu zuten kofradia. Askatasun horí
errespetatuzuten baren etxeanostatu eman ziotenfrantriskotarrek: ez ziren haren
egitekotan nahasi eta Arantrazuko Batrordeak eskubide zabalak izan zituen
kaperauak etapredikariak izendatzeko, kofradiaren kuitu-funtzioei dagokienez.
Gitza-Hitzak: Mexikoko Kofradiak. EIkartzeko askatasuna Nueva
Españan. Frantziskotarrak eta euskaldunak Mexikon. Arantzazu Kofradia. Mexiko.
La confrérie basco-navarraise de Mexico honora la Vierge,
assista les émigrés basques etentreprit des travaux pour les créoles. Elle fut
gouvernée avec liberté et commeune entreprise. Les franciscains qui
I’hébergérentrespectérent cette liberté: il n’y eut pas d’interférences
etI’Assemblée joult dedroits importants pour nommer les aumóniers et les
prédicateurs des fonotions du culte de la confrérie.
Mots Clés: Confréries de Mexico. Libertéd’association en
Nouvelle Espagne.Franciscains et basques au Mexique. Confrérie Aránzazu.
Mexique.
En 1681 un grupo de la elite vasco-navarra residente en
México se reunió en el convento de San Francisco el Grande de la ciudad, por
iniciativa de varios amigos vizcaínos. Decidieron juntos establecer la cofradía
de Aránzazu para dar culto a la Virgen de las tierras de origen, y para ayudar
al emigrante vasco. Acordaron también adquirir una capilla en el atrio del
convento de San Francisco como sede de la asociación. Desde entonces se
iniciaron unas relaciones de la cofradía de Aránzazu con los franciscanos de
México que expresan bien los rasgos y el modo de hacer de ambas comunidades.
La cofradía de Aránzazu, reunió a la mayor parte de los empresarios
vascos y navarros de México, que tuvieron un papel destacado en el Consulado
de México. Desde 1696 hasta finales del siglo XVIII se registraron 3.087
cofrades. Es una buena representación si tenemos en cuenta que la comunidad
vasco-navarra de México a mediados del siglo XVIII estaba formada por unas 400
familias.
Se comprometieron los fundadores de la cofradía a sacar
adelante labores de culto y asistenciales y a hacerlo con su propio capital.
Desde los inicios celebraron la fiesta de la Virgen de Aránzazu; poco después
festejaron a la Virgen de Begoña, a San Ignacio de Loyola, a los santos
navarros San Fermín y San Francisco Javier, y a San Prudencio, el patrono de
Vitoria1.
1. PERSPECTIVAS HISTORIOGRÁFICAS
Gabriel Le Eras, iniciador en Francia de la sociología
religiosa, impulsó el estudio de las cofradías como cauce para el conocimiento
total de las sociedades religiosas2; siguiendo ese camino Marie-Héléne
Froesschlé-Chopard3, ha reconstruido el mapa y los rasgos de las cofradías
devocionales en la Provenza. Desde la historia social, Maurice Agulhon4 y
Michel Vovelle5, abordaron las cofradías de Provenza, para detectar la
sociabilidad de sus comunidades.
Las cofradías americanas han sido estudiadas parcialmente y
en ámbitos geográficos determinados6. Foster hizo un primer acercamiento en
perspectiva socio-cultural7. Los estudios de Dehouve, Bechtloff, y Celestino y
Meyers8, abordaron las cofradías indígenas desde la antropología cultural.
Alicia Bazarte en México9, Ana María Martínez, en Córdoba10, han estudiado las
cofradías de españoles americanos y de españoles y naturales como asociación
religiosa. Asunción Lavrin abordó el tema desde la óptica rural/urbana11.
La cofradía de Aránzazu de México nació de un grupo de
inmigración12. La reciente historiografía sobre el fenómeno migratorio lo ha
visto como un movimiento dirigido, siguiendo una lógica interna a la comunidad
que lo vive13; las cofradías vascas serían un jalón importante en ese proyecto
migratorio de Euskal Herria.
La cofradía vasco-mexicana fue promovida como ámbito de
devociones, de intereses, de relaciones del grupo inmigrado. Desde sus orígenes
se identificó con esa comunidad. La cofradía de los vascos de México generó
durante casi dos siglos una abundante documentación que se ha conservado en
buen estado en el Archivo histórico del Colegio de las Vizcaínas. Presenta los
modos de hacer, el estilo con que aquellos hombres llevaron adelante la
empresa. El análisis de estos fondos, que abarcan un tiempo de larga duración, permite
detectar los rasgos de la comunidad vasco-navarra radicada en México.
2. RELIGIOSIDAD Y PROMOCIÓN SOCIAL DE LOS COFRADES
Sobre la puerta de entrada a la capilla de Aránzazu, de
México, se encontraban dos cuadros. Uno de ellos recoge la aparición de la
Virgen a Rodrigo de Balzatequi en este lugar de Aránzazu, el otro el momento en
que la Virgen de Guadalupe es mostrada en México a Juan de Zumárraga. Expresan
bien la religiosidad inculturada del grupo vasco-mexicano.
La cofradía de Aránzazu nació para dar culto a la Virgen de
Aránzazu, que presidía el altar de la capilla. Se comprometieron los fundadores
de la cofradía a conmemorar su fiesta costeando los gastos con su propio
capital. Tenía lugar una misa solemne en la capilla de la cofradía a la que
asistían los cofrades presididos por la Junta de gobierno. Seguía una procesión
en la que los cofrades acompañaban a la imagen de la Virgen de Aránzazu con
hachones de cera.
Durante la misa un sermón predicado por un franciscano
invitado especialmente para la ocasión recordaba la aparición de la Virgen en
el espino al pastor vasco que con su pregunta “Aranzazu?, esto es, Vos Señora,
entre espinos” dio nombre a esta advocación14. El predicador se detenía en las
virtudes de los antiguos naturales de las tierras vascas, ejemplo y guía para
los cofrades. Formaban parte de un “pueblo honrado, todo entereza, todo brío
(...), que jamás se contagió con la idolatría, que teniendo tanto suelo con su
valentía ganado, ni un palmo (...) de su patrio suelo ha perdido”(...)15. Año
tras año estos actos de culto contribuyeron a mantener la identidad del grupo
vasco-mexicano16.
En 1695 la cofradía celebró también con solemnidad la fiesta
de la Virgen de Begoña. Poco a poco incorporaron las de los patronos de las
restantes tierras de origen: San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, San
Fermín y San Prudencio. Desde 1731, celebró la cofradía a la Virgen de
Guadalupe; en 1752 comenzaron a celebrar la Preciosísima Sangre y las tres
necesidades de la Virgen, devociones que habían arraigado en México.
Las constituciones establecían que los cofrades de Aránzazu
deberían vivir el rezo diario del Rosario y practicar el ayuno en las fiestas
de la Virgen; les recomendaban el examen de conciencia diario y el ofrecimiento
de las obras del día; frecuentar los sacramentos de la confesión y comunión, al
menos en las festividades litúrgicas de Jesús y de la Virgen María,
aconsejando, a los que pudieran, hacerlo en la capilla de la cofradía. Con
estas normas constitucionales, la cofradía de Aránzazu se configuraba como
ámbito de una religiosidad empeñada por parte de sus asociados.
La cofradía se propuso también desde la fundación atender al
emigrante vasco que llegaba a México. Se ocuparon asimismo de la mujer
precisada de ayuda: dotaron a doncellas huérfanas para que pudieran tomar
estado; más tarde establecieron becas para colegialas. Sostuvieron capellanías,
ayudaron al cofrade en la enfermedad y a la hora de la muerte y celebraron
exequias por los cofrades que fallecían. En el último cuarto del siglo XVIII
contribuyeron, desde México, a la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País,
con sede en Vergara. A principios del siglo XIX la cofradía de Aránzazu reunió
en México unos 5.000 pesos para publicar en Bilbao las obras sobre la lengua
euskara de Pedro Pablo de Astarloa17.
Con todo, la labor social más importante de la cofradía fue
el Colegio de las Vizcaínas para la mujer mexicana, que les exigió esfuerzos
extraordinarios de gestión y de financiación: la inversión de la cofradía para
poner en marcha el colegio se calcula en torno a 1.000.000 de pesos, de los de
plata de entonces18. A partir de 1793, el colegio de las Vizcaínas, abrió unas
escuelas públicas y gratuitas, a las que acudieron alumnas de los distintos
grupos sociales y étnicos de la ciudad19.
En efecto, avanzado el siglo XVIII, la cofradía de Aránzazu
acogió iniciativas en favor de los demás mexicanos y se interesó por las
misiones en China: en 1780 Juan José de Echeveste, donó 5.000 pesos para
sostener con sus rentas una tanda anual de ejercicios espirituales en la casa
de ejercicios de la Congregación del Oratorio; Juan José de Aldaco, también en
la década de los 80, dejó en su testamento un fondo para ayudar a la
evangelización de la China. Contribuyó la cofradía a la beatificación de varios
mexicanos: Felipe de Jesús, mártir en Japón; el eremita Gregorio López;
Sebastián de Aparicio transportista de Veracruz a México. Antonio Margil de
Jesús, misionero de las tierras del Norte, fallecido en México en 1726; y Juan
de Palafox, el célebre obispo de Puebla. Los vasco-mexicanos habían echado
raíces en México.
La cofradía de Nuestra Señora de Aránzazu perduró hasta 1860;
después de la desamortización regalista de 1805 siguió manteniendo sus
Iabores20. El Colegio de las Vizcaínas, ha continuado funcionando hasta hoy;
alcanzó a superar las guerras de Independencia, la Revolución, y la Reforma21.
Estos datos inclinan a afirmar que la cofradía mexicana fue una empresa que
funcionó bien, que logró sus objetivos.
3. RASGOS DE LOS VASCO-MEXICANOS DE ARÁNZAZU
Especialmente expresivos fueron su estilo de gobernar la
cofradía, la gestión financiera de sus empresas, y las relaciones establecidas
en y desde la cofradía.
3.1. Gobierno de la cofradía
Gobernó la cofradía una Junta formada por catorce miembros:
el rector, doce diputados y un tesorero. Todos los cargos se renovaban
anualmente por votación de la Junta saliente; con esta medida la elite
vasco-mexicana se aseguró el control de la empresa. El rector, que presidía la
Junta, podía decidir en caso de empate en las votaciones, evitando el “impasse”
en el funcionamiento. Para garantizar la imparcialidad de las decisiones se
asignó el mismo número de diputados a cada una de las regiones vasco-navarras.
El organigrama de la Junta estaba dirigido a un gobierno eficaz y equitativo de
la empresa.
Los miembros de la Junta dedicaron tiempo y esfuerzo a
gobernar la cofradía. Asistían a las reuniones periódicas, estudiaban
previamente los asuntos que les eran comunicados por escrito del Secretario de
la Junta, su voto era secreto, emitido con libertad, y se respetó el parecer de
la mayoría. Estos hombres pilotaron con autonomía personal la cofradía y sus
labores. Actuaron también con independencia tanto de las autoridades civiles,
como de las eclesiásticas. La cofradía tuvo que trabajar para conseguir esa
independencia. Apeló a la corte de Madrid y alcanzó la Real protección el 6 de
noviembre de 1729. Con esta medida la cofradía evitó la intervención de las
autoridades civiles intermedias.
Fue más difícil para la Junta de Aránzazu lograr la autonomía
respecto al arzobispo de México. En efecto, el Concilio de Trento había
establecido que los obispos supervisaran el funcionamiento y la gestión de los
bienes de las cofradías en sus visitas pastorales22. Los cofrades vascos
rechazaron ese control, ya que corrían con todos los gastos de las labores:
“[Esta cofradía] no [...] pide limosna como las demás cofradías, y los que son
electos por rector, y diputados, de dicha hermandad, la mantienen a costa de
sus caudales”23.
El arzobispo de México, Manuel Rubio y Salinas, defendió los
derechos que le otorgaba la ley canónica; los cofrades sostuvieron su exención
apelando a Roma. Dio comienzo a un larguísimo proceso, que finalizó con una
bula pontificia de 1766, por la que el Papa Clemente XIII accedió a la petición
de los vasco-mexicanos24.
Las actas de las sesiones de la Junta de Aránzazu muestran
que la cofradía mexicana actuó con independencia a lo largo del tiempo.
3.2. Financiación de la cofradía
Los cofrades de Aránzazu defendieron su libertad para
gestionar la empresa en que ellos corrían con todos los gastos. Desde su
fundación se fijó una aportación anual de todos los miembros. Los cofrades
contribuirían con 6 pesos; la aportación de los miembros de la Junta durante su
mandato sería mayor: 50 pesos los rectores; y 25 pesos cada uno de los
diputados25. Con esta medida el grupo fundador limitó el acceso a la Junta de
gobierno a la elite vasco-navarra.
Pero estas cantidades no fueron suficientes para mantener las
obligaciones suscritas. La construcción de la capilla disparó los gastos. En
1682 los ingresos fueron de 656 pesos y 4 reales; los gastos ascendieron a
1.598 pesos. Las obras de la capilla costaron 1257 pesos. Hubo un déficit de -947
pesos y 4 reales. Seis años después, en 1688, el déficit era aún de -438 pesos
y 6 reales. En 1690 la Junta decidió capitalizar la cofradía hasta lograr unas
rentas que cubrieran sus gastos. Eligieron para ello recurrir al comercio con
Filipinas. Se hizo una colecta entre todos los cofrades que reunió 1.261 pesos.
Con ellos concurrieron al tráfico con Manila. La experiencia fue positiva. En
1699 la Junta de Aránzazu decidió emplear en ese comercio no las aportaciones
de los cofrades, sino el propio capital de la cofradía.
Este tráfico estaba sujeto a riesgos considerables, como
ocurrió con el envío de 1704, que se perdió en un naufragio; pero también podía
rendir intereses elevados: en 1700, por ejemplo, los beneficios superaron el
150%. En 1721 comenzó la feria de Jalapa que centralizó el comercio mexicano
con Europa. La cofradía concurrió a Jalapa y obtuvo unos beneficios superiores
al 100%. Fue la última expedición comercial de la cofradía vasco-mexicana. Las
actas de las Juntas no explican por qué la cofradía decidió cortar con este
medio de financiación, a pesar de que la coyuntura comercial era favorable.
Avanzo una hipótesis. En 1682 al decidir comerciar con Filipinas la Junta de la
cofradía manifestó que se haría con la condición precisa de ponerle fin en el
momento en que se hubiera reunido un capital que, impuesto en fincas o en
censos, cubriera los gastos de la cofradía. La Junta pudo considerar que ya
había alcanzado esa meta. Tan sólo cuatro años después, en 1725, anotaba el
tesorero Francisco Antonio de Aguirre y Amirola:
“el día 20 de julio de este ato se hallaba la capilla con 18
rubros y 15 libras de cera de buena calidad, sin que yo omita el que se gaste
toda la necesaria con amplitud, pues gracias a Dios y a Nuestra Señora la hay y
todo lo demás que pueda ofrecer”26.
Y, en efecto, a partir de esas fechas, la cofradía incrementó
sus labores. La cofradía de Aránzazu se muestra así como una entidad no
lucrativa, gestionada con estilo empresarial.
Tuvo la cofradía tres fincas urbanas e impuso en “censos” a
bajo interés el capital que reunió con los años. Eran los bienes propios de la
cofradía, es decir, aquellos que la Junta disponía libremente para atender a
sus labores, al decir de Pedro Bueno de Bassori y Joaquín de Leoz, revisores de
las cuentas de Aránzazu en 1727. Bassori y Leoz distinguían los bienes propios
de los bienes de patronato. Estos últimos eran los confiados a la cofradía por
un donante para atender una “obra pía” determinada por el que otorgaba la
cantidad: la Junta debía respetar la finalidad establecida y no emplearla en
ninguna otra labor. Las cuentas anuales de Aránzazu reflejan que la cofradía
mantuvo sus compromisos27.
La financiación de la cofradía nos presenta al vasco-navarro
mexicano de elite como un grupo empresarial. En efecto, de los 62 rectores que
tuvo la cofradía desde 1681 hasta 1800, 39 fueron comerciantes, algunos con
intereses en la minería y en la agricultura; 8 provenían de la Alta
Administración; 4 fueron terratenientes; 2 profesores universitarios; hubo 1
artista28. La presencia de intelectuales seglares fue tardía; a partir de la
década de los 70 del siglo XVIII aparecen dos oidores de la Audiencia de buen
nivel: Leandro de Viana, Conde de Tepa y Francisco Javier Gamboa. En su inmensa
mayoría fueron hombres del comercio y, como tales, gestionaron la cofradía.
3.3. La cofradía núcleo de relaciones humanas
La cofradía vivió en la ciudad más poblada del Nuevo Mundo
(unos 100.000 habitantes) y, con un nivel de desarrollo comparable al del
Madrid de la época. En la Junta de gobierno hubo triunfadores de la elite
mexicana, algunos, pocos, fueron perdedores que vieron quebrar sus negocios,
como el marqués de Careaga y Nicolás de Landa.
En la relación de más de tres mil cofrades hasta fines del
XVIII aparecen hombres y mujeres; de apellidos vascos en su gran mayoría,
aunque hay también castellanos. En 1752 se inscribió como cofrade uno de los
jefes del partido montañés del Consulado, es decir, un santanderino: José
González Calderón.
Se observa la presencia en la cofradía de auténticos clanes
familiares. En 1698 se inscribieron como cofrades Domingo de Elizaga, su esposa
y sus tres hijos; en 1752 se asientan a la vez siete miembros de la familia
Arteaga y Lascano; en 1770 Francisco Ignacio de Yraeta, inscribe a sus tres
hijas, M’ Rosa, Margarita y Ana M’ de Yraeta; en 1774, se inscriben Antonio de
Bassoco y cuatro de su familia; en 1776, lo hacen siete miembros de la familia
Fagoaga.
A partir de 1730 la cofradía de Aránzazu amplió su red de
relaciones desde la ciudad a distintos puntos de la Nueva España: los “censos”
o préstamos de la cofradía permiten seguir sus conexiones con comerciantes de
Veracruz, Puebla, Valladolid (Michoacán); con los del Bajío (Guanajuato,
Querétaro y San Miguel el Grande); con el Norte minero y ganadero: Zacatecas,
Real del Monte, Durango, Chihuahua; con el Sur del comercio de la grana:
Antequera (Oaxaca).
Aránzazu aglutinó al grupo vasco del virreinato. Fue ámbito
de relaciones personales. La historiografía ha insistido en que constituyó un
“grupo de poder”29. Se ha destacado menos la independencia de actuación de la
Junta en sus relaciones. Son abundantes los datos que expresan que estuvo por
encima de amiguismos partidistas. En 1736 el navarro Juan de Amezcua,
emparentado con el rector de Aránzazu durante el bienio 1713-1714, Martín de
Amezcua, donó en su testamento a la cofradía 6.000 pesos para dotar a
huérfanas; este capital debería imponerse en censos: la Junta de Aránzazu se
negó a recibirlos por no estar de acuerdo con esa imposición. En 1780 Francisco
Ignacio de Yraeta solicitó devolver 20.000 pesos que la cofradía le había
prestado, antes de la fecha de extinción del censo. La Junta se negó a recibir
la cantidad hasta el tiempo previsto “con arreglo a sus condiciones y
obligaciones”30. Conviene tener presente que Yraeta, miembro destacado del
grupo vasco, era cofrade de Aránzazu y llegaría a ser rector de la cofradía en
el bienio 1794-95: no le valieron sus tíulos31.
La cofradía de Aránzazu fue reconocida por la seriedad y
responsabilidad en su actuar. Así se explica que cofrades y amigos le
encargaran gestionar sus intereses a través de ambos océanos. Fue un “lobby”
eficaz ante las autoridades de máximo nivel. Para tramitar los asuntos en
Madrid, en Filipinas y en Roma, acudió a una red de agentes comerciales,
paisanos vascos, en Acapulco, Veracruz, Manila, La Habana, Cádiz, Sevilla,
Madrid. En la corte, recurrió además a la cofradía de San Ignacio, de los
vascos de Madrid. Precisamente esta cofradía madrileña tuvo entre sus fines
fundacionales gestionar los asuntos de los paisanos que residían en América32.
La cofradía mexicana tomó contacto con otras cofradías de
Manila y de España. En 1704 la Hermandad de la Misericordia de Manila, recurrió
a la Junta de Aránzazu para que hiciera llegar a Bilbao los bienes que Antonio
de Bazarte, fallecido en Manila, había dejado a sus herederos. En 1742 la
cofradía de la Virgen Blanca, de Vitoria, solicitaba de la cofradía de México,
que gestionase la ejecución del testamento de José Beltrán de Salazar, alavés
residente en Manila. En 1744 la cofradía de Aránzazu de México escribía a la
cofradía del Santísimo Sacramento de Cadagua, en el Valle de Mena, sobre la testamentaría
de Francisco de Vivanco, residente en Manila. Constituyeron las cofradías una
red institucional que amparó los intereses de los paisanos de uno y otro lado
del Océano.
**************
Los hombres de Aránzazu se muestran, pues, como un equipo de
empresarios, autónomos en su acción y gestores eficaces.
4. LA COFRADÍA Y LOS FRANCISCANOS
El grupo vasco-navarro de México eligió el convento de San
Francisco de México para alojar en ella su sede. Esta solución habla sido
adoptada antes por las cofradías vascas de Sevilla y de Lima. De otra parte, es
el modelo del santuario de Aránzazu en que nos encontramos. Nos hemos
preguntado si la elección del convento minorita por los cofrades mexicanos se
apoyó tan sólo en esta tradición. Es el momento de abordar las relaciones de
los franciscanos con la cofradía.
La libertad de espíritu con el que Francisco de Asís animó a
la predicación cristiana supera los límites de este trabajo. Esta libertad de
espíritu franciscana está presente en la Provincia minorita de México desde sus
inicios33. Los doce franciscanos que llegaron a México encabezados por Fr.
Martín de Valencia34 llevaron consigo unasInstrucciones del Superior de la
Orden, Francisco de los Ángeles Quiñones35. Les animaba a evangelizar aplicando
con libertad cristiana las soluciones que consideraran adecuadas ante el mundo
nuevo que les esperaba36; Francisco de los Ángeles eximió a los misioneros de
los aspectos de las constituciones y costumbres de la religión que estorbasen
su labor evangelizadora37. Con este mismo espíritu respetaron otras iniciativas
de religiosidad cristiana. Así lo hicieron con la cofradía de Aránzazu.
Los documentos de Aránzazu muestran que los religiosos de San
Francisco el Grande acogieron a la cofradía, cumplieron sus compromisos, y
respetaron en todo momento el autogobierno de la asociación. A la sesión
fundacional asistió el provincial de los minoritas como testigo y firmante de
la cesión de la capilla a la cofradía. A partir de ahí, no se volvió a repetir
la presencia de ningún franciscano en las sesiones de la Junta. Respetó el
convento lo establecido en las capitulaciones con la cofradía: los superiores
del convento no podrían quitara la cofradía la capilla que le entregaban bajo
ningún pretexto, si no es que la cofradía la dejase de su voluntad38.
Aránzazu fue autónoma en decisiones directamente relacionadas
con la atención religiosa de los cofrades. La Junta intervenía en el
nombramiento de los capellanes, presentando una terna de franciscanos de origen
vasco al superior del convento39. El superior elegía a uno de ellos. Además, la
Junta tenía derecho a quitarlo, con causa o sin ella, siempre que le pareciera
oportuno y, en ese caso, se les debería dar otro.
Durante años los oradores de las funciones sagradas eran
elegidos por los mismos capellanes. El 2 de enero de 1775 la Junta de Aránzazu
recabó para la cofradía el derecho de nombrarlos. Recurrieron al Definitorio de
la provincia franciscana, exponiendo que habían pulsado algunos inconvenientes
de la praxis seguida hasta entonces, y, en vista de ello, habían resuelto que a
partir de esa fecha sería la Junta de la cofradía quién elegiría a los
oradores, y que los elegidos no podrían buscar sustituto, sin contar para ello
con la autorización de la Junta. La relación de los nombrados se pasaría al P.
Guardián del convento que cuidaría de tramitarlo con los designados40. El
Definitorio franciscano, reunido en la Sala Capitular una semana después, el 9
de enero de 1775, confirmó esa decisión, encargando al Guardián del convento de
San Francisco que encomendase los sermones de las fiestas de la cofradía “en la
forma y sólo a los oradores que se refieren”41.
La Provincia franciscana respetó la labor de la cofradía. Lo
hizo también en el ámbito de la religiosidad. Hemos visto que, a lo largo del
tiempo, los vasco-mexicanos incorporaron nuevas devociones a sus actos de
culto. Entre las devociones adoptadas por la cofradía no aparecen las
específicas de la Orden de San Francisco. El convento mantuvo su compromiso de
respetar la libertad de acción al vasco-navarro de México. Es esta dimensión de
la Orden franciscana, que preside las relaciones de la Provincia con la
cofradía de Aránzazu, la que explicaría, a mi modo de ver, la elección de la
sede minorita por el vasca-navarro mexicano.
* Univ.de Navarra. Fac. de Teología. Instituto de Historia de
la Iglesia. Campus Universitario. 31080 Pamplona/Iruñea.
1 E. LUQUE ALCAIDE, La cofradía de Aránzazu de México
1681-1799, Pamplona, Eunate, 1995.
2 Gabriel LE BRAS, “Les confréries chrétiennes. Problémes et
propositions”, enRevue historique dedroit fraçaise et étranger, 19-20, París
[1940-1941] 310 ss., seguido por la obra del mismo autor ID., Etudes de
sociologiereligieuse, París, P.U.F., 1956.
3 Marie Héléne FROESSCHLÉ-CHOPARD, “Etudes des confréries.
Problémes et méthode”, en Provence Historique, 34, Aix-en-Provence [1984]
117-123.
4 Maurice AGULHON, Pénitents et francs-maçons deI’ancienne
Provence: essaI sur lasociabillté, Paris, Fayard, 1984 (edición revisada de la
de 1968).
5 Michel VOVELLE, Plétébaroque etdéchristianisation en
Provence au XVllle. siëcle, París, Éditions du Comité des Travaux Historiques
et Scientifiques, 1997 (edición revisada y ampliada de la de 1973).
6 Apuntaron inicialmente el interés del tema A. M. MORA, La conquista
española Juzgada Jurídica y socialmente, Buenos Aires, 1944, y R. Lorenzo
LAGARTUA, Historia de la beneficencia española en México, México, Editorial
España en América, 1955, así como A. LAMAS, Seguridad social en la Nueva España,
México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1964. Un simposio promovido
por el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM ofrece perspectivas
de interés: Pilar MARTINEZ-CARO -Gisela von WOBESER- Juan Guillermo MUÑOZ
(Coords.), Cofradías, Capellanías y Obras Pías en la América colonial, México,
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones
históricas (Serie “Historia Novohispana”, 61),1998.
7 G. M. FOSTER, “Cofradía y compadrazgo en España e
Hispano-América”, en Guatemala Indígena, 1, Guatemala, 1961, p. 107-135,
primera época.
8 D.
DEHOUVE,Quand lesbanquiers étaint des Saints. 450 ans de histoire économiqueet sociale d’uneProvince
lndiennedu Mexique, Paris, Edit. du CNRS, 1990; D. BECHTLOFF,Bruders-chaften un
Kolonialem Michoacán.Religion zwischen Politik und Wirtschaft in
einerinterkultamllen Gesellschaft, Münster-Hamburg, LIT, 1992; O. CELESTINO y
A. MEYERS, “La dinámica socio-económica del patrimonio cofradial en el Perú
colonial: Jauja en el siglo XVII”, en Revista Española de Antropología
Americana, 11, Madrid, 1981, 183-206.
9 Alicia BAZARTE MARTÍNEZ, Las cofradías de españoles en la
ciudad de México (1526-1869), México, Universidad Autónoma Metropolitana, 1989.
10 Ana María MARTÍNEZ DE SÁNCHEZ, La Cofradía del Carmen en
la Iglesia de Santa Teresa de Córdoba, Córdoba (Argentina), Prosopio Editora,
2000.
11 Asunción
LAVRIN, “Diversity and Disparity. Rural and Urban Confratemities in Eighteenth
Century México”, en A. MEYERS y D. E. HOPKINS (ad.), Manipulating the saints,
Hamburg, Wayasbah, 1988, pp. 67-101.
12 Elisa LUQUE ALCAIDE, “Asociacionismo vasco en la Nueva
España: modelo étnico-cultural”, en Amaya GARRITZ (Coord), Los Vascos en las
regiones de México Siglos XVI XX, II, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Ministerio
de Cultura del Gobierno Vasco, 1995, pp. 67-86.
13 Óscar ÁLVAREZ-GILA,Misiones y misioneros vascos en
Hispanoamérica(1820.1960), Bilbao, Labayru Ikastegia, 1998; ID., Euskal Herria
y el aporte religioso europeo a la Iglesia del Río de la Plata (1810.1965),
Vitoria-Gasteiz, Universidad del País Vasco, 1999.
14 Sobre la importancia de la predicación. Charles
C. NOEL, “Missionary Preachers in Spain. Teaching social Virtue in the
Eigteenth Century”, en American Historical review, 90, 4 (1985) 66-89.
15 Sermón pronunciado por Fr.Juan de Mendoza Ayala, de la
Orden de San Francisco, el 19 de agosto de 1685, impreso en México, s/f: se
encuentra en la Biblioteca Nacional de México, 2860-039267. En el prólogo
expresa el motivo de la publicación: “Pidiéronme los afectos de algunos
compatriotas de la Santa Imagen que sacando este escrito de el borrador le
permitiese a la publicidad de la estampa, ofreciendo los gastos de la imprenta.
Rendíme a sus instancias”.
16 Una buena perspectiva del sermón vasco-mexicano como
expresión de la mentalidad del grupo, en Ana de ZABALLA BEASCOECHEA,
“Mentalidad e identidad de los vascos en México. Siglo XVIII”, pp.157-169.
17 Autor de la Apología de la lengua vascongada o ensayo critico-filosófico
de su perfección y antigüedad sobre todas las que se conocen: Cfr. E. LUQUE
ALCAIDE, “Asociacionismo vasco en la Nueva España: modelo étnico cultural”, en
Amaya GARRITZ (Coord.), Los Vascos en las regiones de México, [12] pp. 67-86.
18 Enrique de OLAVARRIA YFERRARI, El Real Colegio de San Ignacio
de Loyola, vulgarmente Colegio de las vizcaínas, México, Imp. Francisco Díaz de
León, 1889; Gonzalo de OBREGON, Jr., El Real Colegio de San Ignacio de México
(Las Vizcaínas), México, El Colegio de México, 1949; Josefina MURIEL y DE LA
TORRE, Los Vascos y su colegio de las Vizcaínas, México, CIGATAM,1989.
19 Respondía a unas urgencias educativas en la ciudad: en
1774 habían salido de los conventos de monjas las educandas que albergaban en
su recinto, era una medida más de la reforma de religiosas decretada por Carlos
III en la Real Cédula del 22 de mayo de 1774; a esto se unió la inmigración y
el pauperismo en la ciudad, por las epidemias de matlazáhuatl (1772-1773), de
viruelas (1779) y las hambrunas de 1784y 1786. El cabildo de la ciudad en 1786
hizo un llamamiento a los colegas de la ciudad a abrir escuelas gratuitas: cfr.
E. LUQUE ALCAIDE, La educación en la Nueva España en el siglo XVIII, Sevilla,
Escuela de Estudios Hispano-americanos, CSIC, 1970, pp. 177-178. Dorothy TANK
DE ESTRADA, La educación Ilustrada 1786-1836:educación primaria en la ciudad de
México, México, El Colegio de México, 1977 pp. 168-170 y José J. PESCADOR,
“Devoción y crisis demográfica: la Cofradía de San Ignacio de Loyola,
1761-1821”, en Historia mexicana 39 (1990/3) 783.
20 María Cristina GARCÍA VALLEJO, “El Colegio de San Ignacio
de Loyola ante la extinción de la Cofradía de Nuestra Señora de Aránzazu,
1861”, en Amaya GARRITZ (Coord.), Los Vascos en las regiones de México, [12]
pp. 239-256.
21 Antonia PISUÑERLLORENS, “El colegio de La Paz 16861-1981”,
en Josefina MURIEL DE LA TORRE (Coord.), Los vascos y su Colegio de las
Vizcaínas, [18], pp. 75-107.
22 El Concilio habla afirmado el derecho de los obispos de
visitar las cofradías, excepto las que estaban bajo la real protección, y obligaba
a rendir cuentas anualmente de su administración ante el Ordinario. Sesión
XXII, Dereformatlone, canon 8 y 9
(COeD), 740). El control del régimen económico de las cofradías aprobado por
Trento en la Sesión XXII remite a la Constitución Quia contingit, del Concilio
Viennense (1311-1312). Cfr. Ibidem, 374376. Ya en el siglo XVII la Constitución
Quaecumque, dada por Clemente VII el 7-XII-1604, estableció que el Ordinado
había de aprobar la erección de cada cofradra y sus estatutos, fijaba el método
señalado para recibir sus limosnas e indicaba el usoen que debían emplearse.
Cfr. R. NAZ, Dictionnaire de Droit Canonique, Paris, Librairle Letouzey et Ané,
1949, t IV, col. 156.
23 XIV.” Ítem, por cuanto el fundar dicha Hermandad y desear
se erija en Cofradía, es solo a fin de servir y obsequiar a la Santísima Virgen
María, y que dicha Hermandad no tiene plato ni pide limosna como las demás
Cofradías, y los que son electos por Rector, y diputados, de dicha Hermandad,
la mantienen a costa de sus caudales. Sin embargo de todo, así para lo que a el
presente tiene y goza, como para lo que en lo de adelante tuviere y gozare, se
pone dicha Hermandad, su Rector, diputados y thesorero, debajo de la
Protección y subordinación que debe al limo Sr. Doctor D. Francisco de Aguilar
y Seijas, Arzobispo Dignísimo de esta ciudad según el Sagrado Concilio de
Trento y Bulas Apostólicas; para que con su gran fervor, celo del bien de las
almas, devoción a la Sacratísima Virgen María, ampare dicha Hermandad como
planta tan nueva y que desde luego se pone debajo de su subordinación, en el
todo y por el todo, yen nombre al Sor. Provisor y Vicario general que eso fuere
de este Arzobispado: Libro de Elecciones que principio en 23 de agosto de 1681
y acabó en 20 de agosto de 1773, f. 31v: Biblioteca Nacional de Antropología e
Historia de México - Sección de microfilms - Fondo Vizcaínas, Rollo n° 40.
24 Guillermo PORRAS MUÑOZ, “Le situación jurídica del Colegio
de las Vizcaínas”, en Josefina MURIEL yDE LA TORRE (Coord.), Los vascos y su
Colegio de las Vizcaínas, [181, pp. 109-137.
25 Elisa LUQUE ALCAIDE, La cofradía de Aránzazu de México,
[1], pp. 169-212.
26 Libro de cuentas que principió en 24 de agosto de 1705,
en Elisa LUQUE ALCAIDE, La cofradía de Aránzazu de México, [1], p. 185.
27 “Para la mejor, más clara y segura dirección de las
dependencias de esta M.I. mesa y sus caudales, debemos separarlos en dos
clases, una de réditos propios en el dispendio de su culto, y otra de Patronato
que conduce al mismo fin aunque en los productos se halla excluida la mesa de
su Administración porque los réditos los cobran por sí los Capellanes, quiénes
como Dueños los expenden, y aunque la distribución de los destinos para dotes
de Huérfanas es a cargo de la mesa, corno sus cobranzas, no se excluyen de la
misma naturaleza de esta segunda clase de Patronato, pues la Administración
solo es de confidencia y depositaria, sin que haya más regreso [beneficio para
la cofradía] que guardar las Dotes en el cofre y ministrados cada vez que las
huérfanas a quiénes toque tomen estado”.
28 Elisa LUQUE ALCAIDE, La cofradía de Aránzazu de México,
[1], Anexo IV: Cuadro de los rectores de Aránzazu, pp. 339-342.
29 Clara GARCÍA AYLUARDO, “Sociedad, crédito y cofradía en la
Nueva España a fines de la época colonial: el caso de Nuestra Señora de
Aránzazu”, en Historias, 3, México (enero-marzo 1983) 53-68.
30 W. Elisa LUQUE ALCAIDE, La cofradía de Aránzazu de México,
[1], p. 126.
31 Cristina TORALES, et al, La compañía de comercio de Francisco
Ignacio de Yraeta (1767-1797), 2 vols., México, Instituto Mexicano de Comercio
Exterior, 1985.
32 Alberto ANGULO MORALES, “La Real Congregación de San
Ignacio de Loyola de los Naturales y originarios de las Ves provincias vascas
en la corte de Madrid (1713-1896)”, en Amaya GARRITZ (Coord.) Los vascos en las
Regiones de México [12], pp. 15-34.
33 Lino GÓMEZ CANEDO, Evangelización y conquista. Experiencia
franciscana en Hispanoamérica, México, Poreia, 1977; ID., Pioneros de la Cruz
de México. Fray Toribio de Motolinía y sus compañeros, Madrid, BAC, 1988.
34 Fue provincial de la Provincia de San Gabriel, en España y
en 1524 superior de la primera expedición a México, donde fue elegido superior
de la Custodia del Santo Evangelio en 1527. Falleció en olor de santidad en
Amecameca (México) en 1534: Cfr. Pedro BORGES,“ Valencia, Martín de”, en
Diccionario de HistoriaEclesiástica de España, 4 (1975) 2703-2704.
35 Nacido en León en 1475, falleció en Veroli en 1540, ya
Cardenal de la Iglesia. De familia castellana noble, emparentado con Carlos V,
ingresó en la Orden franciscana en 1491, después de estudiar en Salamanca. Fue
vicario provincial (1521), comisario general (1522) y ministro general (1523).
Precisamente su elección como ministro general impidió su marcha a América como
misionero que había solicitado. Cfr. I. GARCÍA, Quiñones, “Francisco de los Ángeles,
OFM”, en Diccionario de Historia Eclesiástica de España, 3 (1973) 2037b-2039b.
36 “Otras particularidades que se deberían poner, así en las
conversaciones de vosotros unos con otros, como en la conversión de las
infieles, las dejo de poner por ahora, hasta que viniendo al capítulo general
(placiendo a Nuestro Señor), con la experiencia que oviéredes tomado, deis
parecer de lo que se debe hacer. Y entretanto remítome a vuestra discreción,
confiando en la gracia que os comunicará Nuestro Señor, el cual os haya en su
guarda”: en Jerónimo de MENDIETA, Historia eclesiástica, Madrid, Atlas (BAE
260), 1973, cap. 9.
37 “Y en todo lo que las constituciones y loables costumbres
de la religión no estorbaren de hacer a lo que vais, que es la conversión de
los infieles, es bien de vosotros sean guardadas”: Ibídem.
38 Capitulacionesde1682, n° 10: Cfr. Elisa LUQUE ALCAIDE, La cofradía
de Aránzazu de México, [1], Anexo 1, n° 10, p. 322.
39 Capitulaciones de 1682, n° 6, Elisa LUQUE ALCAIDE, La
cofradía de Aránzazu de México, [1], pp. 320-321.
40 La cofradía daría al convento la limosna de cada uno de
los sermones: 20 pesos por el de la Fiesta titular de Aránzazu; 16 pesos por
los de las fiestas de los patronos y 50 pesos por las seis pláticas de las
Salves de los Jueves de Cuaresma. Firman: los miembros de la Junta, Juan José
de Echeveste; Br. Juan Roldán de Aranguiz, Miguel Francisco de Gambarte; José
Uribe; Pedro de Aicinena; Severino de Arechavala; José Javier de Lamariano;
Tomás de Acha; Tomás de Zuloaga; Juan Antonio de Yermo; Antonio de Basoco;
Agustín Francisco Guerrero y Tagle, Secretario: Libro de Juntas y cabildos de
la Cofradía de 1774 a 1785: ff. 39r-v. Biblioteca Nacional de Antropología e
Historia de México - Sección de microfilms- Fondo Vizcaínas, Rollo n° 40.
41 Ibídem. f. 40r; firma Fray Fernando Antonio Gómez,
Definidor y Secretario.
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